Lo Real Maravilloso según Alejo Carpentier |
el viaje de la semilla (Lola del Castillo-Pintora española 1952-)Doctorado por la Facultad de Bellas Artes de La Laguna.en 1990
óleo sobre lienzo · 116 x 89 cm.
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Hambre, sed, calor, dolor, frío. Apenas Marcial redujo su percepción a la de estas realidades
esenciales, renunció a la luz que ya le era accesoria. Ignoraba su nombre. Retirado el bautismo, con su
sal desagradable, no quiso ya el olfato, ni el oído, ni siquiera la vista. Sus manos rozaban formas
placenteras. Era un ser totalmente sensible y táctil. El universo le entraba por todos los poros.
Entonces cerró los ojos que sólo divisaban gigantes nebulosos y penetró en un cuerpo caliente,
húmedo, lleno de tinieblas, que moría. El cuerpo, al sentirlo arrebozado con su propia sustancia,
resbaló hacia la vida.
Pero ahora el tiempo corrió más pronto, adelgazando sus últimas horas. Los minutos sonaban a
glissando de naipes bajo el pulgar de un jugador.
Las aves volvieron al huevo en torbellino de plumas. Los peces cuajaron la hueva, dejando una
nevada de escamas en el fondo del estanque. Las palmas doblaron las pencas, desapareciendo en la
tierra como abanicos cerrados. Los tallos sorbían sus hojas y el suelo tiraba de todo lo que le
perteneciera. El trueno retumbaba en los corredores. Crecían pelos en la gamuza de los guantes. Las
mantas de lana se destejían, redondeando el vellón de carneros distantes. Los armarios, los vargueños,
las camas, los crucifijos, las mesas, las persianas, salieron volando en la noche, buscando sus antiguas
raíces al pie de las selvas. Todo lo que tuviera clavos se desmoronaba. Un bergantín, anclado no se
sabía dónde, llevó presurosamente a Italia los mármoles del piso y de la fuente. Las panoplias, los
herrajes, las llaves, las cazuelas de cobre, los bocados de las cuadras, se derretían, engrosando un río
de metal que galerías sin techo canalizaban hacia la tierra. Todo se metamorfoseaba, regresando a la
condición primera. El barro, volvió al barro, dejando un yermo en lugar de la casa.
XIII
Cuando los obreros vinieron con el día para proseguir la demolición, encontraron el trabajo
acabado. Alguien se había llevado la estatua de Ceres, vendida la víspera a un anticuario. Después de
quejarse al Sindicato, los hombres fueron a sentarse en los bancos de un parque municipal. Uno
recordó entonces la historia, muy difuminada, de una Marquesa de Capellanías, ahogada, en tarde de
mayo, entre las malangas del Almendares. Pero nadie prestaba atención al relato porque el sol viajaba
de oriente a occidente, y las horas que crecen a la derecha de los relojes deben alargarse por la pereza,
ya que son las que más seguramente llevan a la muerte . .FIN
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